Cuando las mascotas tienen trastornos de conducta, muchos se desesperan ante la imposibilidad de manejarlos y se debaten entre aguantar estoicamente la situación, debido al cariño que ya se le tiene al animal, o abandonarlos al no poder revertir el mal comportamiento. Para no llegar a estos extremos, ambos indeseados, se puede recurrir a un zoopsiquiatra y seguir un tratamiento de modificación de conductas, que lleve a que mascota y familia vuelvan a vivir en armonía.
Mejor prevenir que curar
"Los problemas de comportamiento son las mayores causas de abandono o eutanasia de las mascotas", indicó a Vida Rural la Dra. Maria Virginia Ragau, médica veterinaria especializada en problemas de comportamiento de caninos y felinos, "por eso siempre es muy importante prevenir, por ejemplo, prestando cuidado a la elección del tipo de mascota -que debe adecuarse a los hábitos y posibilidades de la familia- y dándole la crianza adecuada en los primeros tres meses, que son fundamentales para su sociabilización".
Pero,
¿qué sucede cuando uno ya tiene la mascota en casa y con el correr del tiempo comienza a manifestar problemas de conducta? El primer consejo es no esperar que 'se le pase', porque esa mala conducta es síntoma de un problema.
"En general, se consulta cuando el tema empieza a molestar, o cuando es algo más serio, como una mordedura. Quizás hace rato que tiene manifestaciones de agresividad y nunca se le prestó atención". En estos casos, lo primero que hace la zoopsiquiatra es una entrevista domiciliaria, donde estudia quiénes componen el hogar, cómo es el ambiente y como interactúa el animal con la familia.
En base a una historia clínica previamente realizada por un médico veterinario, se descarta cualquier causa orgánica que pudiera originar el mal hábito de Ia mascota.
Luego se hace un examen de comportamiento que implica un extensísimo cuestionario donde se indaga, por ejemplo, acerca del tipo de problema que tiene, cuándo se presenta, cuánto hace que lo tiene, con qué persona en especial, qué métodos ya se emplearon y con qué resultados.
También se toma nota de la historia del animal: de dónde proviene, a qué edad llegó a la casa, y si ha tenido otros dueños.
Seguidamente se hace un detalle de las rutinas del animal: su alimentación, su sueño, su reacción ante extraños, sus salidas, etc. Se observa asimismo si hay comportamientos estereotipados, como lamidos, arañazos, excavaciones, etc.
Por ültimo, se estudia qué función cumple esa mascota en el hogar: si es de compañía, si es de guardia, si es un miembro más ó si está en un lugar aislado de la casa, qué cuidado se le brinda, dónde se aloja, y qué actividades se realizan con él.
“Luego de realizada la anámnesis se hace un diagnóstico y un pronóstico”, indicó la médica veterinaria. “Los tratamientos a seguir tienen que ver con técnicas de modificación de conductas y, a veces, se acompañan con medicación que ayuda al animal a superar su problema”.
Punto de partida
La mayor parte de los problemas tienen su origen en la falta de patrones de jerarquía. Entre ellos, la agresividad, el hiperapego, el aullido frecuente para llamar la atención, etc. “Hay que mantener ciertas pautas de comunicación con el animal para indicarle que tiene que ser un subordinado”, subrayó la Dra. Ragau. “En los tratamientos vamos a tomar una serie de medidas para darle esas pautas jerárquicas: por ejemplo, debe dormir en un lugar apartado, no en el dormitorio principal. La comida tiene también una importancia jerárquica, por eso debe comer en un lugar separado, en horarios fijos y no tener alimento a disposición permanente. En cuanto al contacto físico, el que tenga la iniciativa deberá ser siempre el dueño, y no el animal ejerciendo dominancia. En mi experiencia, cuando se cumplen todas las indicaciones, se obtienen resultados muy alentadores. A veces no se soluciona el problema en un 100%, pero alcanza para convivir con el animal en forma armoniosa”.
Hay situaciones límite en las que es aconsejable que el animal cambie de familia, como por ejemplo, cuando fallece el dueño y se produce un problema de jerarquía.
“Lo que más me gusta de esta profesión es que podemos ayudar a un animal que lo necesita”, concluyó Virginia Ragau,
“porque un perro o un gato que manifiesta problemas de comportamiento es un animal que está sufriendo”. Y cuando la mascota sufre, lo nota toda la familia. Por eso es importante detectar los síntomas y actuar con rapidez.
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